A los flilosofos que conciden en calificar la vida como la realidad principal se le agrupo bajo el rubro de vitalistas, pero entre ellos no había uniformidad doctrinal, debido principalmente a las diferencias en la manera de concebir la vida
Aun cuando cada filososfo vitalista tenia su propio concepto acerca de la vida, fueron dos los conceptos que predominaron : el biológico y el biológico grafico.
Biológico. Concibe a la vida en su dimensión natural
Biologico grafico. Concibe a la vida como la existencia humana en cuanto que es vivida.
De los muchos filosofos que se consideraron como vitalistas nos ocuparemos solamente de cuatro: Wilhelm Dilthey ,Friedrich Nietzsche, Henri Bergson, Jose Ortega y Gasset .
Para Wilhelm Dilthey la vida es el existir humano que se vive ,es un vivir histórico.
Para Nietzsche la vida tiene un sentido bilógico cultural, es decir la vida es un impulso natural y es viviencia.
Retrato de Xavier Bichat.
Para Bergson la vida es un impulso vital universal que lucha contra la materia porque aquel quiere el progreso y esta lo retarda.
En la producción orteguina la vida se maneja en dos sentidos: En la primera etapa predomina el biológico ; en la segunda, el biográfico –histórico.
Según Dilthey la razón ilustrada tenia el carácter de atemporal, general y abstracta; además al fundarse en las ciencias naturales, solo conocía lo representativo y constante. Dilthey no estaba de acuerdo el centro el interés en lo concreto, lo único e individual,por lo tanto, lo que mas le interesaba es la critica de la razón histórica y no de la razón teorica.
Dilthey se encontró con triples escisión : entre la naturaleza y la cultura ; entre génesis y estructura, entre ciencias de la naturaleza y ciencias del espíritu y con ninguna de ellas estaba de acuerdo.
EL VITALISMO EN LA HISTORIA las medicinas alternativas funda sus bases en la existencia de la Fuerza oEnergía Vital, concepto nacido de la Filosofía Vitalista que hoy es máscomprensible, a luz de los desarrollos de la Física termodinámica de losúltimos veinte años.Definición de energía:Vocablo de origen griego: en y ergon: acción.Poder, capacidad para producir un efecto, realizar un trabajo, esfuerzoetc.Si pudiéramos usar una lente de gran aumento, veríamos que nuestroorganismo en su totalidad no es más que un conjunto de átomos, comocarbono, oxígeno, hidrógeno, potasio, sodio, magnesio.En la naturaleza, cualquier ser vivo y hasta cuerpos sin vida como piedrasresponden a la misma composición.Estos átomos no están dispuestos al azar sino que están unidos entre síformando moléculas como el agua (H2O) o azúcares o proteínas quienessu vez, se reordenan de una forma única y característica para constituirórganos, aparatos y sistemas que en su conjunto integran al ser humano.Más allá de la masa ordenada también es necesario el funcionamientoconjunto y armonioso entre cada una de las partes constituyentes, quepermite la conservación de la existencia como seres humanos.Un cadáver, que ha perdido su energía de vida se encuentra formado en elinstante mismo de la muerte por la misma estructura atómica quemomentos antes de su fallecimiento. Sin embargo, la masa por si mismano es capaz de funcionar. Para que funcione y lo haga en forma ordenada,se necesita de la presencia de la energía, que en este caso llamamosEnergía vital.
B. Fenomenología
Movimiento filosófico del siglo XX caracterizado por su pretensión de radical fidelidad a lo dado, a lo que realmente se ofrece a la experiencia, para describir los rasgos esenciales, las esencias de las distintas regiones de la realidad que en esta actitud se muestran.
La fenomenología aspira al conocimiento estricto de los fenómenos. Esta última palabra puede inducir a error pues con frecuencia la utilizamos para referirnos a las apariencias sensibles de las cosas, apariencias que no coinciden con la supuesta realidad que debajo de ellas se encuentra. La fenomenología no entiende así los fenómenos, pues para esta corriente filosófica los fenómenos son, simplemente, las cosas tal y como se muestran, tal y como se ofrecen a la conciencia.
El lema de este movimiento es el plegarse a las cosas mismas, el ser fiel a lo que realmente se experimenta, de ahí que propugne la intuición como instrumento fundamental de conocimiento. La intuición es la experiencia cognoscitiva en la cual el objeto conocido se nos hace presente, se nos muestra “en persona”, experiencia opuesta al mentar o referirse a un objeto con el pensamiento meramente conceptual. A diferencia de las corrientes empiristas, la fenomenología no limita la intuición al mundo perceptual sino que acepta varias formas de darse las cosas, varias formas de intuición: cada objetividad se muestra de distinto modo a la conciencia, en función de su propio ser o esencia: las cosas físicas se hacen presentes a nuestra conciencia de otro modo que los objetos matemáticos, las leyes lógicas, los valores estéticos, los valores éticos, o las propias vivencias. La virtud del buen fenomenólogo es su perfección en el mirar, el saber disponer adecuadamente su espíritu para captar cada tipo de realidad en lo que tiene de propia.
Edmund Husserl en 1900.
Junto con esta tesis, es común al movimiento fenomenológico la idea de que en el mundo hay hechos, pero también esencias. Los hechos son las realidades contingentes, las esencias las realidades necesarias; la tarea de la fenomenología es descubrir y describir las esencias y relaciones esenciales existentes en la realidad, y ello en cada uno de los ámbitos de interés del filósofo (mundo ético, estético, religioso, lógico, antropológico, psicológico,...). Cuando el fenomenólogo describe lo que ve no se preocupa por el aspecto concreto de lo que ve, intenta captar lo esencial; así, si se preocupa por estudiar la voluntad, no intenta describir los aspectos concretos presentes en un acto voluntario real sino la esencia de la voluntad y sus relaciones esenciales con otros aspectos de la subjetividad como el conocimiento o la libertad. La fenomenología considera que además de la intuición empírica o percepción existe la intuición de las esencias o formas universales de las cosas. La intuición en la que se hace presente lo universal recibe el nombre de intuición eidética.
El tema de investigación más característico de la fenomenología es la conciencia; se entiende por conciencia el ámbito en el que se hace presente o se muestra la realidad; la realidad en la medida en que se muestra o aparece a una conciencia recibe el nombre de fenómeno. La característica fundamental que la fenomenología encuentra en la conciencia es la intencionalidad en el lenguaje ordinario llamamos intencional a la conducta hecha mediante un acto de voluntad, a la conducta deliberada; en fenomenología la intencionalidad es una propiedad más básica: se refiere al hecho de que toda conciencia es conciencia de algo, todo acto de conciencia es siempre una relación con otra cosa, un referirse a algo. La conciencia no se limita al conocimiento: puedo conocer un árbol, puedo percibirlo o pensar en él, pero también puedo vincularme con él mediante otros modos de conciencia: puedo desear estar a su sombra, o imaginarlo con más hojas que las que tiene, o temer que se pueda secar, y tal vez hasta lo puedo amar u odiar. La percepción, el recuerdo, la imaginación, el pensamiento, el amor, el odio, el deseo, el querer, son distintas formas de darse el vivir de la conciencia. Una importante tarea de la fenomenología es la descripción de los tipos distintos de vivencias, de sus géneros y especies, y de las relaciones esenciales que entre ellas se establecen.
La fenomenología no es un movimiento homogéneo pues se han dado distintas interpretaciones, tanto en la caracterización del auténtico método fenomenológico como en las tesis doctrinales en las que hay que concluir; las dos variantes principales son la fenomenología realista para la que los fenómenos conocidos son reales e independientes de nuestra mente, y la fenomenología trascendental, un nuevo idealismo para el cual la realidad es una consecuencia de los distintos modos de actuación de la conciencia pura o trascendental. El fundador de este movimiento es Edmund Husserl (1859-1938), y los representantes más importantes Alexander Pfänder (1870-1941), Max Scheler (1874-1928), Dietrich von Hildebrand (1890-1978), Martin Heidegger (1889-1976), Jean-Paul Sartre (1905-1980) y Maurice Merleau-Ponty (1908-1961).
Por otro lado, la axiología junto con la deontología será el principal fundamento y pilar con el cual contará la Ética.
En tanto y ya adentrándonos en lo que constituye su objeto de estudio, para la axiología, un valor será aquella cualidad que permitirá ponderar el valor ético y estético de las cosas, es decir, lisa y llanamente se trata de aquella cualidad especial que hace que las cosas o las personas sean estimadas en un sentido negativo o positivo.
Se puede distinguir entre distintas clases de valores. Los valores objetivos son aquellos que resultan ser ellos mismos la finalidad, como ser el bien, la verdad y la belleza. Por otro lado y en oposición a estos, nos encontramos con los valores subjetivos que serán aquellos que representan un medio para llegar a tal o cual fin y que la mayoría de las veces se encuentran seguidos de un deseo de tipo personal.
Además y en un escalón más abajo, podemos distinguir los valores entre fijos, es decir, aquellos que a pesar de todo permanecen y los dinámicos, que son aquellos que no están sujetos a permanecer, sino que van cambiando a medida que nosotros vamos cambiando.
Asimismo, los valores pueden ser distinguidos de acuerdo a la importancia que ostenten para nosotros y entonces estar conceptualizados de acuerdo a una jerarquía preestablecida en la cual unos poseerán una posición más alta que otros.
C. El Existencialismo.
Existencialismo es el nombre que se usa para designar a una corriente filosófica o de pensamiento considerada desde el positivismo como de "corte irracionalista" que tuvo su origen en el siglo XIX y se prolongó más o menos hasta la segunda mitad del siglo XX, aunque el existencialismo en sí atraviesa a toda la historia de la humanidad (por ejemplo en la sumeria Epopeya de Gilgamesh se encuentran planteos llenos de angustia, esperanza, duelo, melancolía, anhelos de eternidad que luego reiterará siempre el existencialismo) ya que sus temas son los capitales de cada ser humano y de todo el conjunto de la humanidad. No se trata de una escuela homogénea ni sistematizada, y sus seguidores se caracterizan principalmente por su reacción contra la filosofía tradicional.
Estos filósofos se centraron en el análisis de la condición de la existencia humana, la libertad y la responsabilidad individual, las emociones, así como el significado de la vida.
Uno de sus postulados fundamentales es que en el ser humano "la existencia precede a la esencia" (Sartre), es decir, que no hay una naturaleza humana que determine a los individuos, sino que son sus actos los que determinan quiénes son, así como el significado de sus vidas. El existencialismo defiende que el individuo es libre y totalmente responsable de sus actos. Esto incita en el ser humano la creación de una ética de la responsabilidad individual, apartada de cualquier sistema de creencias externo a él. En líneas generales el existencialismo busca una ética que supere a las moralinas y prejuicios; en esto al observador neófito puede resultarle contradictorio ya que la ética que busca el existencialismo es una ética universal, válida para todos los seres humanos, que muchas veces no coincide con los postulados de las diversas morales particulares de cada una de las culturas preexistentes.
Historia
El existencialismo tiene sus antecedentes en el siglo XIX en el pensamiento de Søren Kierkegaard y Friedrich Nietzsche. También, aunque menos directamente, en el pesimismo de Arthur Schopenhauer, así como en las novelas de Fiódor Dostoyevski. En el siglo XX, entre los filósofos más representativos del existencialismo se encuentran Martin Heidegger, Karl Jaspers, Jean-Paul Sartre, Miguel de Unamuno[1] , Simone de Beauvoir y Albert Camus.[2]
Sin embargo el existencialismo recién toma nombre en el siglo XX y particularmente tras las terriblemente traumáticas experiencias que vivió la humanidad durante la Primera Guerra Mundial y la Segunda Guerra Mundial. Durante estos dos conflictos (que podrían ser calificados por una parte como casos extremos de la estupidez que puede tener la humanidad y por la otra -concordando con Hannah Arendt- como las formas en las que la violencia interhumana llega a su apogeo con una banalización del mal) surgieron los pensadores que en el a posteriori se preguntaron explícitamente "¿qué sentido tiene la vida?", "¿para o por qué existe el ser?", o "¿existe la libertad total?".
Desarrollo en el siglo XX
El existencialismo nace como una reacción frente a las tradiciones filosóficas imperantes, tales como el racionalismo o el empirismo, que buscan descubrir un orden legítimo dentro de la estructura del mundo observable, en donde se pueda obtener el significado universal de las cosas. En los años 1940 y 50, existencialistas franceses como Jean-Paul Sartre, Albert Camus y Simone de Beauvoir dieron a conocer escritos académicos y/o de ficción que popularizaron temas existenciales del tipo de la libertad, la nada, el absurdo, entre otros. Walter Kaufmann describió el existencialismo como "el rechazo a pertenecer a cualquier escuela de pensamiento, el repudiar la adecuación a cualquier cuerpo de creencias, y especialmente de sistemas, y una marcada insatisfacción hacia la filosofía tradicional, que se marca de superficial, académica y alejada de la vida".Al existencialismo se le ha atribuido un carácter vivencial, ligado a los dilemas, estragos, contradicciones y estupidez humana. Esta corriente filosófica discute y propone soluciones a los problemas más propiamente inherentes a la condición humana, como el absurdo de vivir, la significancia e insignificancia del ser, el dilema en las guerras, el eterno tema del tiempo, la libertad, ya sea física o metafísica, la relación dios-hombre, el ateísmo, la naturaleza del hombre, la vida y la muerte. El existencialismo busca revelar lo que rodea al hombre, haciendo una descripción minuciosa del medio material y abstracto en el que se desenvuelve el individuo (existente), para que éste obtenga una comprensión propia y pueda dar sentido o encontrar una justificación a su existencia. Esta filosofía, a pesar de los ataques provenientes con mayor intensidad de la religiosidad cristiana del siglo XX, busca una justificación para la existencia humana. El existencialismo, de acuerdo a Jean-Paul Sartre, dice que en la naturaleza humana la existencia precede a la esencia (lo que para algunos es un ataque a dogmas religiosos), pensamiento iniciado por Aristóteles y proseguido en Sartre, quien indica que los seres humanos primero existimos y luego adquirimos esencia; es decir, sólo existimos y, mientras vivimos, vamos aprendiendo de los demás humanos que han inventado cosas abstractas; desde Dios hasta la existencia de una esencia humana previa, el humano, entiende Sartre, se libera en cuanto se realiza libremente y esa es su esencia, su esencia parte desde sí para-sí .
Tres escuelas de existencialismo
En términos de la existencia e importancia de Dios, hay tres escuelas de pensamiento existencialista: el existencialismo ateo (representado por Sartre), el existencialismo cristiano (Kierkegaard) y el agnóstico (Camus, Heidegger) cuya propuesta es que la existencia o no de Dios es una cuestión irrelevante para la existencia humana: Dios puede o no existir. Y el problema, tan sólo por tener una idea firme, no soluciona los problemas metafísicos del hombre.Heidegger se distancia expresamente de Sartre en su Carta sobre el humanismo. Buytendijk, psicólogo cercano a Heidegger, admite ser existencialista. Merleau-Ponty es gran representante de la corriente, aunque manteniendo más nexos con la fenomenología de Husserl. Martin Buber, por su parte, representa a una corriente de existencialismo judío muy influida por el hasidismo. Mientras que Gabriel Marcel y Jacques Maritain son encuadrables dentro de un "existencialismo cristiano" no tanto de línea kierkegaardiana sino más bien jasperiana/mounierista (filosofía de la existencia y personalismo).Pensadores (nómina acorde al orden alfabético)
Dostoyevski
Uno de los antecedentes importantes del existencialismo es el novelista ruso Fiódor Dostoyevski. En muchas de sus llamadas “novelas de ideas”, Dostoyevski nos presenta imágenes de gente en situaciones extremas, en un mundo carente de valores y en el que esta gente tiene que decidir cómo actuar sin más guía que su propia conciencia. Tal vez una de sus obras más emblemáticas en este sentido sean las Memorias del subsuelo. Ahí, Dostoyevski es escéptico acerca del poder de la razón para guiarnos en la vida, su posición es de rebelión en contra del racionalismo.En novelas como Crimen y castigo, Los endemoniados, Los hermanos Karamázov y El idiota. Algunos temas recurrentes en las obras de Dostoievski incluyen el suicidio, la destrucción de los valores familiares, el renacimiento espiritual a través del sufrimiento (siendo uno de los puntos capitales), el rechazo a Occidente y la afirmación de la ortodoxia rusa y el zarismo.[3]
Kierkegaard
El antecedente más importante del existencialismo fue el filósofo danés Søren Kierkegaard (1813-1855). Kierkegaard es considerado por muchos como el primer filósofo existencialista en la historia de la filosofía. De hecho, él inventó el término “existencialista” (aunque parece no haberlo usado para referirse a sí mismo). Hay tres rasgos que hacen que lo podamos considerar como un filósofo existencialista: 1) su individualismo moral; 2) su subjetivismo moral; 3) su idea de angustia.En contra de la tradición filosófica, que sostiene que el bien ético más alto es el mismo para todos, Kierkegaard afirmaba que el bien más alto para el individuo es encontrar su propia vocación. Él decía: “Debo encontrar una verdad que sea verdadera para mí... la idea por la que pueda vivir o morir”. La idea que está detrás es que uno debe escoger su propio camino sin la ayuda de normas o criterios universales u objetivos. Se ha llamado a esta posición individualismo moral. En contra de la posición tradicional de que el juicio moral involucra (o debe involucrar) una norma objetiva de corrección o incorrección, Kierkegaard sostiene que no se puede encontrar una base objetiva o racional en las decisiones morales. La única base de una filosofía con significado es el “individuo existente” (“situado”, podríamos añadir); la filosofía no tiene que ver con una contemplación imparcial (objetiva) del mundo ni de descifrar la “verdad”. Para él, verdad y experiencia están ligadas y hay que abandonar la idea de que la filosofía es una especie de ciencia exacta y pura.
Posteriormente, los existencialistas seguirían a Kierkegaard al enfatizar la importancia de la acción individual al decidir sobre asuntos de moralidad y de verdad. La experiencia personal y actuar de acuerdo con convicciones propias es esencial para llegar a la verdad. El entendimiento que de una situación tiene el agente involucrado es superior al de un observador desinteresado. Los existencialistas pondrán énfasis en la perspectiva subjetiva (lo que permite que podamos llamarlos, en cierto sentido, subjetivistas). Esto hace que sean filósofos asistemáticos. Se oponen a la existencia de principios racionales, objetivos y universalmente válidos (como los que proponía Kant). En cierto sentido, los existencialistas, a partir de Kierkegaard, son “irracionalistas”: no porque nieguen el papel del pensamiento racional, sino porque creen que las cosas más importantes de la vida no son accesibles a la razón o a la ciencia.
Heidegger
El alemán Heidegger rechazó que su pensamiento fuera catalogado como existencialista. El equívoco provendría, según los estudiosos, de la lectura e interpretación del primer gran tratado del filósofo, "Ser y tiempo". En verdad, allí se plantea que el objetivo de la obra es la búsqueda del "sentido del ser" -olvidado por la filosofía desde sus inicios-, ya desde los primeros párrafos, lo cual con propiedad no permitiría entender el trabajo -como expresa el autor- como "existencialista"; pero Heidegger, luego de esa especie de anuncio programático entiende que es previa a la buscada ontología o dilucidación del ser, una "ontología fundamental" y al consagrarse a ella con método fenomenológico, se dedica a un análisis descriptivo pormenorizado y excluyente de la "existencia humana" o "Dasein", con una hondura y una originalidad, inéditas en la historia del pensamiento occidental, siguiendo el método fenomenológico de quien fuera su maestro: Edmund Husserl. Con posterioridad, el resto de su obra, que seguirá al primer tratado mencionado, publicado en 1927, se ocupará de otros asuntos en los que ya no se transparenta la temática "existencial". Esta aparente ruptura con el hilo conductor de su pensar primero, será un hiato en su discurso que el filósofo no aceptará nunca como tal... Pero muchos críticos la denominarán: "el segundo Heidegger" y da como toda respuesta filosófica final (literalmente) "el silencio".La característica principal del existencialismo es la atención que presta a la existencia concreta, individual y única del hombre, por lo tanto, en el rechazo de la mera especulación abstracta y universal.
El tema central de su reflexión es precisamente la existencia del ser humano, en términos de estar fuera ( a saber, en el mundo), de vivencia, y en especial de pathos o en todo caso el temple de ánimo. En expresión de Heidegger: «el-ser-en-el-mundo».
Heidegger, en efecto, se caracteriza, según algunos, por su firme pesimismo: considera al ser humano como yecto (arrojado) en el mundo; el Dasein se encuentra arrojado a una existencia que le ha sido impuesta, abandonado a la angustia que le revela su mundanidad, el hecho de que puede ser en el mundo y que por consiguiente, ha de morir. Sartre, siguiendo a Heidegger, también dista de caracterizarse por un estilo y discurso optimistas; plantea, al igual que Heidegger, al ser humano no tan sólo como yecto, sino como pro-yecto: un proyecto en situación. No obstante, estas posturas no tienen que comprenderse necesariamente como pesimistas; para Sartre la angustia de un alma consciente de encontrarse condenada a ser libre, significa tener en cada instante de la vida, la absoluta responsabilidad de renovarse; y de este punto parte Gabriel Marcel para sustentar una perspectiva optimista, que le lleva a superar cualquier oposición entre el hombre y Dios, en contradicción con la concepción atea de Sartre.
Marcel
Gabriel Marcel en su primer libro, Journal Metaphysique (Diario metafísico) , abogaba por una filosofía de lo concreto que reconociera que la encarnación del sujeto en un cuerpo y la situación histórica del individuo condicionan en esencia,: «lo que se es en realidad», es -como Maritain- uno de los "existencialistas cristianos franceses".
Gabriel Marcel distinguió la que llamó "reflexión primaria", que tiene que ver con los objetos y las abstracciones. Esta reflexión alcanza su forma más elevada en la ciencia y la tecnología. La por Marcel llamada "reflexión secundaria" -usada por él como método- se ocupa de aquellos aspectos de la existencia humana, como el cuerpo y la situación de cada persona, en los que se participa de forma tan completa que el individuo no puede abstraerse de los mismos. La reflexión secundaria contempla los misterios y proporciona una especie de verdad (filosófica, moral y religiosa) que no puede ser verificada mediante procedimientos científicos, pero que es confirmada mientras ilumina la vida de cada uno. Marcel, a diferencia de otros existencialistas, hizo hincapié en la participación en una comunidad en vez de denunciar el ontológico aislamiento humano. No sólo expresó estas ideas en sus libros, sino también en sus obras de teatro, que presentaban situaciones complejas donde las personas se veían atrapadas y conducidas hacia la soledad y la desesperación, o bien establecían una relación satisfactoria con las demás personas y con Dios.
En cuanto a la familia, Marcel tras reflexionar en su experiencia de temprana muerte de su madre, afirmaba que la familia era una especie de símbolo de una realidad personal "mucho más rica y profunda donde el amor recíproco y la mutua donación son la base o fundamento" (es evidente que la teoría del mutuo don es inspirada a Gabriel marcel por la teoría antropológica de ese nombre propuesta por Marcel Mauss). En ese mundo, el niño ve un refugio de recuerdos felices donde vuelve cada vez que hace falta. En el caso de los que morían hacía notar al mismo tiempo su lejanía (ya no están) y su cercanía (la nostalgia).
Como se ha mencionado los textos de su reflejan tanto sus estudios de filósofos y corrientes de pensamiento, —escrito eso sí a modo de diario— como sus experiencias personales. Así la segunda parte del "Diario de metafísica" trata de su experiencia de la guerra y evoca su idea de la trascendencia de la existencia encarnada por medio de un análisis fenomenológico propio.
Esta metodología fue desarrollada ulteriormente cuando oponía la «fenomenología del tener» a la «fenomenología del ser» que lo pone en las puertas de la metafísica.
Siendo Marcel defensor de los conservadores sublevados (franquistas) contra la República durante la Guerra Civil Española, fue que el anarquista Albert Camus polemizó con él en varias cartas públicas donde denunció las contradicciones éticas de su reflexión filosófica humanista. Aunque adscripto al existencialismo, Gabriel Marcel es uno de los menos existencialistas.
Ortega y Gasset
José Ortega y Gasset, influido, como su condiscípulo Heidegger, por el que fuera maestro de ambos: Husserl , resumió su filosofía en la tesis Yo soy yo y mi circunstancia; consideró que vida es la realidad radical, la relación entre el yo y las circunstancias, el ámbito en el que se hace presente todo, es el experimentar la realidad, un conjunto de vivencias (en alemán Erlebnisse), en las que cada uno se relaciona con el mundo; la intuición es la vivencia en la que está presente la evidencia y es sobre las evidencias que descansa nuestro conocimiento. "La vida es una actividad que se ejecuta hacia adelante, y el presente o el pasado se descubren después, en relación con ese futuro. La vida es futurización, es lo que aún no es”. Ortega y Gasset es junto a Miguel de Unamuno el máximo exponente del existencialismo en idioma español del siglo XX. Las teorías de Ortega y Gasset en cierto momento se hacen paralelas al existencialismo propiamente dicho, por ejemplo cuando considera una pantonomía del Universo.Sartre
Los detractores contra Sartre le calificaron de «un filósofo decimonónico» a lo cual Sartre respondió (fines de los años 1970) «es cierto, porque lo de ahora no es verdadera filosofía», por otra parte Sartre definió concretamente a su existencialismo como un humanismo refutando a quienes le tacharon de nihilista.Es prácticamente imposible resumir en pocas líneas al existencialismo sartreano porque está relacionado con otros ismos de su época y de todos los tiempos.
Durante la vida de Sartre éste fue especialmente atacado por quienes lo denostaban de ateo y materialista queriendo presentar a Sartre como un "amoral", sin embargo de todos los pensadores existencialistas es quizás el más moralista o, mejor dicho, el más eticista.
En el primer Sartre, como en el primer Heidegger, el ser humano es un ser para la nada, y por esto con una existencia absurda que debe vivir el momento, pero muy pronto hace una inversión copernicana en relación a los criterios que hasta entonces utilizaba la filosofía: en las cosas la esencia ni siquiera precede a la existencia, la "esencia de un objeto es su misma existencia" en cambio en el ser humano la existencia precede a la esencia, será el yo de cada humano con sus transcendencias[4] el que le dará sentido a la existencia humana, por otra parte rechaza (en El ser y la nada) el nihilismo de Heidegger: la nada es algo "irrealizante": es la destrucción de lo ya dado para crear nuevas realidades, ante esto cada ser humano tiene un compromiso existencial con el prójimo y, aunque parezca contradictorio e incluso aporético, el compromiso existencial debe lograr la libertad de todos y cada uno de los seres humanos, de otro modo la existencia humana carece de sentido; en uno de sus apotegmas dice con aparente paradoja que "nunca se es más libre que cuando se está privado de la libertad" porque -si se tiene consciencia de la situación- es cuando se tiene consciencia de la -siempre con aparente paradoja- necesidad (o Ἀνάγκη) de la libertad, los seres humanos entiende Sartre son un ser en situación todavía en una Sociedad condicionada y arte sin embargo su destino es "de dioses" (es decir de ser libres; la frase de Sartre no debe ser tomada literalmente como un postulado metafísico), otro de los célebres apotegmas de Sartre es: "[los seres humanos] estamos condenados a la libertad"; los vaivenes del sartrismo resultan interesantes al encontrarse en ellos implícitas antinomias: la esencia del humano es la libertad pero (esto se observa en la Polémica Merleau-Ponty-Sartre) "el infierno es la mirada del otro" porque cuando el otro mira a cada otro que no es él (para decirlo más sencillamente: cuando una persona observa o considera a otra) lo objetiviza, lo objeta y lo tiende a hacer objeto .
En sus últimos años (y en esto puede hablarse de un segundo Sartre) tras que intentara un psicoanálisis existencial que negaba a lo inconsciente freudiano por ser de "cuño irracionalista alemán" y en lugar de lo inconsciente trataba de imponer la noción de mala fe ante la cual cada humano debía asumir su compromiso existencial, el mismo Sartre se dio cuenta, y lo reconoció en Sartre por él mismo y en el El existencialismo es un humanismo que se había equivocado al rechazar de plano a lo inconsciente (que Nietszche llamaba Das Es [Lo ello] y Freud como Schopenhauer Das Unbewußt), esta recapacitación le hizo decir a Sartre: «Como diría Lacan el humano es có$mico»[5] (notar que acá Sartre usa el símbolo lacaniano para el sujeto escindido o sujeto clivado no sólo con el uso lacaniano sino probablemente también con una ironía al sugerir que el ser humano está dominado por el dinero) de este modo sin negar el compromiso existencial en pos de la libertad humana es que Sartre admitía como epílogo de su obra que no todo depende de la voluntad consciente de cada sujeto, aunque mantuvo que el esfuerzo humano en pos de la libertad es de todos modos posible.
Durante décadas (desde fines de los 1940 hasta inicios de los 1980) para la opinión pública el existencialismo era presentado casi exclusivamente como sartrismo.
Pensadores próximos
Otros destacados pensadores adscribibles al existencialismo, en mayor o menor grado, serían: Edith Stein, Lev Isaákovich Shestov (más conocido en español como León Chestov), Nicola Abbagnano, Nikolai Berdyaev, Albert Camus, Peter Wessel Zapffe, Karl Jaspers, Max Scheler, Simone de Beauvoir, Simone Weil, Abraham Alonzo, Paulo Freire y Emmanuel Mounier.Hans Jonas afirma que la esencia del existencialismo es un dualismo encubierto; una separación profunda entre mundo y naturaleza, separación que genera en el hombre un desgarro cosmológico y existencial. [6]
El barcelonés Alfredo Rubio de Castarlenas propuso en 1980 el realismo existencial (22 Historias clínicas de realismo existencial, Ed. Edimurtra 1980), que propone la sorpresa de verse existiendo, pudiendo no haber existido, si cualquier cosa anterior a nosotros de las que incidieron en nuestro origen, hubiera sido distinta. Su visión abreva del existencialismo pero no se ancla en la angustia, sino en la "alegre desangustia de haber podido no ser".
El existencialismo y el arte
Algunos consideran que los conceptos desarrollados en la filosofía existencialista han sido fuertemente influidos por el arte. Novelas, obras de teatro, películas, cuentos y pinturas, sin que hayan sido catalogadas necesariamente como existencialistas, sugieren ser precursoras de sus postulados. He aquí algunos autores y obras representativas:Las novelas, cuentos y relatos de Franz Kafka, como El Proceso, El Castillo, La metamorfosis; en las cuales los protagonistas se enfrentan a situaciones absurdas, carentes de explicación, aunque haya respuestas, a las que nunca tienen acceso.
Rainer Maria Rilke escribió poesía y novelas que influyeron directamente sobre los existencialistas. Su novela Los cuadernos de Malte Laurids Brigge influyó sobre La náusea de Sartre, y Heidegger escribió un largo ensayo sobre uno de sus poemas. Muchos de los motivos existencialistas se encuentran en Los cuadernos de Malte Laurids Brigge: la búsqueda de una existencia auténtica y el enfrentamiento con la muerte, entre otros.
La obra del escritor portugués, Fernando Pessoa, en particular: El marinero y El libro del desasosiego.
Obras de autores franceses como La náusea, de Sartre; La peste, de Camus; Viaje al fin de la noche, de Cèline; Para acabar con el juicio de Dios, de Antonin Artaud y la poesía y dramaturgia de Jean Genet.
Una de las novelas más conocidas de Hermann Hesse: El lobo estepario, plantea una situación en la que el protagonista, Harry Haller, se encuentra sumido en un profundo dilema sobre su identidad. Hay dos almas viviendo en su pecho: un lobo y un hombre, que representan la virtud y la humanidad, en contraste con la satisfacción salvaje de los instintos y una profunda misantropía.
Las películas del cineasta sueco Ingmar Bergman, como El séptimo sello, Gritos y susurros y Fanny y Alexander, o las del ruso Andrey Tarkovsky en casi toda su obra (por ejemplo Solaris basada en el libro de Stanisław Lem usa como pretexto a la ciencia ficción para dar lugar a reflexiones existencialistas) o en El espejo y especialmente en su última obra: El sacrificio (o Sacrificio).
D. Filosofía Analitica.
Filosofía analítica es un término genérico para un estilo de filosofía que comenzó a dominar a los países de lengua inglesa en el siglo XX. En los Estados Unidos, el Reino Unido, Canadá, Escandinavia, Australia y Nueva Zelanda, la gran mayoría de los departamentos de filosofía de las universidades se identifican a sí mismos como departamentos “analíticos”.[1]
El término “filosofía analítica” puede referirse a:
(a) Una tradición de hacer filosofía[2] [3] caracterizada por un énfasis en la claridad y la argumentación, comúnmente alcanzadas a través de la lógica formal y el análisis del lenguaje, y por un gran respeto por las ciencias naturales.[4] [5]
(b) Algunos desarrollos en la filosofía de inicios del siglo XX, tales como el trabajo de Bertrand Russell y Gottlob Frege, y el positivismo lógico. En este sentido, la filosofía analítica tiene compromisos filosóficos específicos (algunos rechazados por filósofos analíticos contemporáneos), en concreto:[6]
El movimiento analítico: 1900 - 1960
El Movimiento analítico lo inicia en Inglaterra G. E. MOORE 1873-1958) con su obra Refutación del idealismo, de 1903, que contó; con el apoyo de B. RUSSELL, compañero y amigo en la universidad de Cambridge. Ambos recuperan la tradición empirista propia de la filo-sofía inglesa, en particular la de D. HUME con su atomismo de los elementos del conocimiento. En contra del Idealismo, los filósofos analíticos comparten el Idealismo derivado del sentido común que, mediante una actitud empirista y el recurso al método analítico, tendría el lenguaje como objeto propio de la filosofía. Esta concepción de la filosofía da lugar a varias corrientes de pensamiento:
Después de la Segunda Guerra Mundial hacia finales de la década de los cuarenta y durante la década de los cincuenta, la filosofía analítica dio un giro hacia el análisis del lenguaje ordinario. Este movimiento tuvo lugar en el auge de la filosofía tardía del en ocasiones llamado “segundo” Wittgenstein, misma que se distancia en algunos puntos centrales de su primera filosofía. En contraste con filósofos analíticos anteriores (incluido el primer Wittgenstein), quienes pensaban que los filósofos debían evitar las engañosas trampas del lenguaje natural construyendo lenguajes ideales, los filósofos del lenguaje ordinario sostuvieron que el lenguaje natural de hecho refleja un gran número de distinciones sutiles que suelen pasar inadvertidas en la formulación de teorías y problemas filosóficos tradicionales. Mientras escuelas como el positivismo lógico se centraban en términos lógicos, supuestamente universales e independientes de factores contingentes como la cultura, el lenguaje, las condiciones históricas, etc., la filosofía del lenguaje ordinario enfatiza el uso del lenguaje que hacen los usuarios ordinarios. Esto, claro, acerca un poco más a la filosofía del lenguaje ordinario a disciplinas como la historia y la sociología. Los filósofos del lenguaje ordinario más prominentes durante los años cincuenta fueron Austin y Ryle, además del propio Wittgenstein. Bajo su visión, los problemas filosóficos se disuelven, que no resuelven, mostrando que son resultado de malinterpretar el lenguaje ordinario. El ejemplo de Ryle del "Fantasma en la Máquina" y un sinfín a cargo de Wittgenstein, entre otros.
E. Pensamiento actual
(a) Una tradición de hacer filosofía[2] [3] caracterizada por un énfasis en la claridad y la argumentación, comúnmente alcanzadas a través de la lógica formal y el análisis del lenguaje, y por un gran respeto por las ciencias naturales.[4] [5]
(b) Algunos desarrollos en la filosofía de inicios del siglo XX, tales como el trabajo de Bertrand Russell y Gottlob Frege, y el positivismo lógico. En este sentido, la filosofía analítica tiene compromisos filosóficos específicos (algunos rechazados por filósofos analíticos contemporáneos), en concreto:[6]
- La visión del positivista que considera que no hay verdades específicamente filosóficas y que el objeto de la filosofía es la clarificación lógica de los pensamientos. (Esto se puede contrastar con el fundacionismo tradicional, derivado de Aristóteles, que mira a la filosofía como un tipo especial de ciencia, la más alta, que investiga las razones fundamentales y los principios de todo.[7] Como resultado, muchos filósofos analíticos han considerado a sus investigaciones como continuas con, o subordinadas a, las de las ciencias naturales.[8]
- La visión de que la aclaración lógica de los pensamientos sólo puede ser alcanzada a través del análisis de la forma lógica de proposiciones filosóficas.[9] La forma lógica de una proposición es una forma de representarla (normalmente usando la gramática formal y el simbolismo de un sistema lógico) para mostrar su similaridad con todas las otras proposiciones del mismo tipo. Sin embargo, los filósofos analíticos disienten ampliamente sobre cuál es la forma lógica correcta del lenguaje ordinario.[10]
- El rechazo de sistemas filosóficos omniabarcantes en favor de la atención a los detalles,[11] el sentido común y el lenguaje ordinario.[12]
El movimiento analítico: 1900 - 1960
Moore
El Movimiento analítico lo inicia en Inglaterra G. E. MOORE 1873-1958) con su obra Refutación del idealismo, de 1903, que contó; con el apoyo de B. RUSSELL, compañero y amigo en la universidad de Cambridge. Ambos recuperan la tradición empirista propia de la filo-sofía inglesa, en particular la de D. HUME con su atomismo de los elementos del conocimiento. En contra del Idealismo, los filósofos analíticos comparten el Idealismo derivado del sentido común que, mediante una actitud empirista y el recurso al método analítico, tendría el lenguaje como objeto propio de la filosofía. Esta concepción de la filosofía da lugar a varias corrientes de pensamiento:
- En primer lugar señalaremos al Atomismo lógico. Así, G. E. MOORE analiza el lenguaje común u ordinario y B. RUSSELL analiza el lenguaje ideal o formal. B. RUSSELL entendió que el lenguaje lógico-formal es capaz de enfrentarse de forma más adecuada y eficaz que el lenguaje ordinario, a la comprensión de los hechos que acaecen en el mundo y, por tanto, puede sa-tisfacer mejor las aspiraciones cognoscitivas de la filosofía.
- Por otra parte, L. WlTTGENSTEIN (1889-1951) estudió en Cambridge con los dos maestros anteriores y, como resultado de sus enseñanzas, escribió el Tractatus Logico-Philosophicus, en el que afirma que el objeto de la filosofía se reduce a la aclaración lógica del pensamiento. De regreso a Viena entró en con¬tacto con M. SCHLICK, promotor del Círculo de Viena e impulsor del Neopositivismo, que aplica el análisis al lenguaje científico.
- A partir de 1929, el mismo Wittgenstein inició una nueva etapa: revisó sus teorías y escribió Investigaciones filosóficas, con nuevas perspectivas para el análisis del lenguaje y para la concepción de la filosofía. Estas nuevas ideas tuvieron conti-nuidad en sus discípulos de las universidades de Oxford y Cambridge, iniciadores de la Filosofía analítica, corriente que desarrolla el análisis del lenguaje ordinario. (Andrea Jimenez)
Los orígenes: Frege
Al inicio de su carrera, Russell y su colaborador Alfred North Whitehead, estuvo fuertemente influenciado por Gottlob Frege, quien desarrolló el cálculo de predicados. Esto permitió que se pudiera analizar la forma lógica de un gran rango de oraciones, muchas más de las que permitía la lógica aristotélica. Frege fue una figura clave también para la filosofía de las matemáticas. En contraste con la “Filosofía de la Aritmética” de Husserl, que intentaba mostrar que el concepto de número cardinal se deriva de actos mentales de agrupar objetos y contarlos,[13] Frege buscó mostrar que las matemáticas y la lógica tenían una validez propia, independiente de los juicios o estados mentales de matemáticos y lógicos individuales (justo lo que proponía el psicologismo de Husserl). En su obra cumbre, la ‘Conceptografía’, Frege construye la lógica moderna a través de un cálculo de proposiciones y de predicados. Frege desarrolló su filosofía de la lógica y de las matemáticas, sobre todo la noción lógica de número, en ‘Fundamentos de la aritmética’ (1884) y ‘Leyes de la aritmética’ (1893 & 1904). Entre la publicación de ambas obras, Frege desarrolló a profundidad los conceptos semánticos de sentido y referencia, así como los lógicos de función, concepto y objeto.[14] Bertrand Russell y Alfred North Whitehead desarrollaron el logicismo fallido de Frege e intentaron mostrar a su vez que las matemáticas son reducibles a principios lógicos fundamentales. Los “Principia Mathematica” (1910-1913) alentaron a varios filósofos a tomar un renovado interés en el desarrollo de la lógica simbólica. Además, Russell adoptó la lógica como su herramienta filosófica primaria, una herramienta que pensó podía exponer la estructura subyacente de diversos problemas filosóficos. Por ejemplo, las siguientes tres oraciones, aunque similares en español, tiene tres diferentes significados en la lógica de predicados:[15]- en 'el gato “está” dormido’: el “está” de predicación dice que 'x es P': P(x)
- en 'ahí “hay” un gato”’: el hay de existencia dice que hay una x: ∃(x)
- en 'tres “es” la mitad de seis’: el “es” de identidad dice que x es lo mismo que y: x=y
Análisis de un lenguaje ideal
Más o menos de 1910 a 1930, filósofos analíticos como Russell y Ludwig Wittgenstein se enfocaron a crear un lenguaje ideal para el análisis filosófico que estaría libre de las ambigüedades del lenguaje ordinario que, según su visión, usualmente metía en problemas a los filósofos. En esta fase, Russell y Wittgenstein buscaron comprender el lenguaje, y por tanto los problemas filosóficos, haciendo uso de la lógica formal para formalizar las afirmaciones filosóficas. Wittgenstein desarrolló un sistema comprehensivo de atomismo lógico en su “Tractatus logico-philosophicus”. Ahí argumentó, de modo bastante críptico a lo largo de varias sentencias, que el mundo es la totalidad de los hechos, y los hechos pueden ser expresados en el lenguaje de lógica de predicados de primer orden. Así, el lenguaje es una “figura” del mundo que se puede construir expresando hechos atómicos en proposiciones atómicas ligándolas usando operadores lógicos.Positivismo lógico
Entre las décadas de 1920 y 1940, el formalismo de Russell en los “Principia Mathematica” y Wittgenstein en el “Tractatus logico-philosophicus fue tomado muy en serio por un grupo de pensadores en Viena y Berlín, quienes conformaron el Círculo de Viena y el Círculo de Berlín. Su doctrina se conoce como positivismo lógico (o empirismo lógico). El positivismo lógico usa herramientas lógicas formales para sostener una explicación empirista de nuestro conocimiento del mundo.[17] Filósofos como Rudolf Carnap y Hans Reichenbach, junto con otros miembros del Círculo de Viena sostenían que las verdades de la lógica y las matemáticas eran tautologías y las de la ciencia eran aseveración empíricamente verificables. Estas dos constituían el universo entero de juicios con significado; cualquier otra cosa era un sinsentido. Las aseveraciones de la ética, la estética y la teología serían, de acuerdo con esto, pseudo-afirmaciones, ni verdaderas ni falsas, sino puro sinsentido carente de significado. La insistencia de Karl Popper en el rol de la falsación en filosofía de la ciencia constituyó una reacción a los positivistas lógicos.[18] Con la llegada al poder de Hitler y el Nazismo en Alemania y Austria, muchos miembros de los círculos de Viena y Berlín se vieron obligados a huir, debido a sus simpatías de izquierdas y el origen judío de algunos de ellos. Se refugiaron sobre todo en el Reino Unido y en Estados Unidos, lo que ayudó a reforzar el dominio del positivismo lógico y de la filosofía analítica en el mundo angloparlante.[19] Los positivistas lógicos típicamente consideraron que la filosofía tenía un rol bastante estrecho. La filosofía tendría que ver con la clarificación del pensamiento, más que con contenidos concretos propios. Los positivistas lógicos adoptaron el principio de verificación o verificacionismo, según el cual toda aserción con significado o bien es una proposición analítica o bien es susceptible de ser verificada a través de la experiencia. Esto condujo a los positivistas lógicos a rechazar muchos problemas filosóficos tradicionales, especialmente los de metafísica u ontología, por considerarlos carentes de significado.Análisis del lenguaje ordinario
Después de la Segunda Guerra Mundial hacia finales de la década de los cuarenta y durante la década de los cincuenta, la filosofía analítica dio un giro hacia el análisis del lenguaje ordinario. Este movimiento tuvo lugar en el auge de la filosofía tardía del en ocasiones llamado “segundo” Wittgenstein, misma que se distancia en algunos puntos centrales de su primera filosofía. En contraste con filósofos analíticos anteriores (incluido el primer Wittgenstein), quienes pensaban que los filósofos debían evitar las engañosas trampas del lenguaje natural construyendo lenguajes ideales, los filósofos del lenguaje ordinario sostuvieron que el lenguaje natural de hecho refleja un gran número de distinciones sutiles que suelen pasar inadvertidas en la formulación de teorías y problemas filosóficos tradicionales. Mientras escuelas como el positivismo lógico se centraban en términos lógicos, supuestamente universales e independientes de factores contingentes como la cultura, el lenguaje, las condiciones históricas, etc., la filosofía del lenguaje ordinario enfatiza el uso del lenguaje que hacen los usuarios ordinarios. Esto, claro, acerca un poco más a la filosofía del lenguaje ordinario a disciplinas como la historia y la sociología. Los filósofos del lenguaje ordinario más prominentes durante los años cincuenta fueron Austin y Ryle, además del propio Wittgenstein. Bajo su visión, los problemas filosóficos se disuelven, que no resuelven, mostrando que son resultado de malinterpretar el lenguaje ordinario. El ejemplo de Ryle del "Fantasma en la Máquina" y un sinfín a cargo de Wittgenstein, entre otros.
Después de 1960
A principios de la década de los cincuenta, el positivismo lógico había sido fuertemente desafiado por Wittgenstein en las “Investigaciones filosóficas”, Quine en “Dos dogmas del empirismo” y por Wilfrid Sellars en “El empirismo y la filosofía de la mente”. En los sesenta, tanto el positivismo lógico como la filosofía del lenguaje ordinario pasaron rápidamente de moda y la filosofía en lengua inglesa comenzó a incorporar un mayor rango de intereses, temas y métodos.[cita requerida] No obstante, hoy día la mayoría de los filósofos de Estados Unidos, Reino Unido y Australia se consideran a sí mismos “filósofos analíticos”.[20] En gran medida la noción de “filosofía analítica” se extendió desde de los programas específicos que dominaron la filosofía anglófona antes de 1960 a una noción mucho más general de “estilo analítico”, caracterizado por la precisión y profundidad con respecto a un tema limitado y en oposición a “discusiones imprecisas y arrogantes sobre temas muy amplios”.[21] Esta interpretación de la historia está muy lejos de ser universalmente aceptada, y los oponentes de la filosofía analítica restan mucha importancia al rol de Wittgenstein durante los sesenta y setenta. Peter Hacker,[22] representa la visión de los seguidores de Wittgenstein cuando critica que mucha de la filosofía contemporánea que se dice a sí misma analítica realmente no merece el título. De acuerdo con él, a mitad de la década de los setenta, en parte por razones económicas, el centro de gravedad de la filosofía se trasladó de Gran Bretaña a los Estados Unidos, donde la influencia de Wittgenstein nunca fue definitiva. Aquí, bajo la influencia del creciente prestigio de ciertos desarrollos científicos y tecnológicos como las informática, la neurofisiología y la lingüística chomskyiana, los argumentos wittgensteinianos fueron relegados a un segundo término o descartados por completo. “Lo que desde la perspectiva de Wittgenstein eran enfermedades del intelecto, muchas a las que sucumbió en su juventud y en las que trabajó largo tiempo para extirparlas, surgieron nuevamente en formas violentamente mutadas”. (Hacker, p. 272)Filosofía analítica contemporánea
Aunque los filósofos contemporáneas que se identifican a sí mismos como “analíticos” tienen intereses, presunciones y métodos divergentes –y en ocasiones han rechazado las premisas fundamentales que definieron al movimiento antes de 1960- la filosofía analítica, en su estado actual, se define por un estilo particular[23] caracterizado por la precisión y la profundidad sobre temas muy específicos.[21] Algunos de los campos más importantes y activos de la filosofía analítica contemporánea se resumen en las siguientes secciones:Filosofía de la mente y ciencias cognitivas
Motivado en parte por el interés en el verificacionismo de los positivistas lógicos, el conductismo fue la teoría de la mente más prominente en la filosofía analítica de la primera mitad del siglo XX.[24] Los conductistas sostenían o bien que toda proposición sobre la mente era equivalente a proposiciones sobre conducta y disposiciones para actuar de modo particular o bien que los estados mentales eran equivalentes a conducta y disposiciones para actuar. En la década de los cincuenta, el conductismo cedió posiciones a favor del fisicalismo de tipos o teoría de la identidad y en los sesenta por el funcionalismo y la teoría de la identidad de casos (en oposición a la de tipos), sobre todo en la versión de Donald Davidson y su monismo anómalo.[25] Actualmente los temas de filosofía de la mente se encuentran estrechamente vinculados con diferentes aspectos de las ciencias cognitivas como la modularidad de la mente o el innatismo. También ha habido unos cuantos filósofos analíticos que han defendido el dualismo, la importancia de la conciencia y el dualismo de propiedades, en buena medida alentados por David Chalmers. John Searle sugiere que la obsesión con la filosofía del lenguaje en la primera mitad del siglo XX fue superada en la segunda mitad por un mayor énfasis en la filosofía de la mente,[26] en la cual el funcionalismo probablemente sea la teoría dominante. En años recientes, un tema central de investigación en filosofía de la mente ha sido la conciencia. Las teorías más conocidas sobre la conciencia son la heterofenomenlogía de Daniel Dennett; el representacionismo de Fred Dretske y Michael Tye; las teorías de segundo-orden de David M. Rosenthal, David Armstrong y William Lycan; el tomismo analítico de Anthony Kenny, además de la propia obra de John Searle.Ética
La primera mitad del siglo XX estuvo marcada por una negligencia generalizada de la ética filosófica y la popularidad de actitudes escépticas con respecto al valor (v.gr. el emotivismo). Durante este tiempo, el utilitarismo era la única aproximación no-escéptica a la ética que siguió siendo popular. Sin embargo, en la segunda mitad del siglo XX, varios filósofos analíticos comenzaron a recobrar el interés en la ética. El libro “Filosofía moral moderna” de 1958 de Elizabeth Anscombe revivió la ética de virtudes de Aristóteles y “Una teoría de la justicia” de 1971 de John Rawls restableció el interés en la filosofía ética kantiana. Actualmente, la filosofía ética se halla dominada por tres escuelas: el utilitarismo, la ética de virtudes y el kantismo. Otro desarrollo importante en la segunda mitad del siglo XX (c. 1970) ha sido la gran preocupación de la filosofía ética contemporánea con las aplicaciones prácticas de la ética, en especial en relación con asuntos del medio ambiente, derechos de los animales y los grande retos de la ciencia médica a través de la bioética.[27] [28] [29] Como un efecto colateral del énfasis en la lógica y el lenguaje en los años iniciales de la filosofía analítica, los filósofos analíticos tenían poco que decir sobre la ética.[30] La actitud estuvo bastante difundida y se orientaba más a explicar por qué la filosofía tenía poco o nada que decir al respecto. Wittgenstein, en el “Tractatus”, observa que los valores no pueden ser parte del mundo, y si en realidad son algo deben estar de alguna manera más allá o fuera del mundo y por lo tanto del lenguaje natural, que sirve para describir los hechos del mundo, y no puede pronunciarse en absoluto sobre su valor. Una interpretación de estas observaciones encontró eco en la doctrina de los positivistas lógicos de que las oraciones de valor –incluyendo todos los juicios éticos y estéticos- no son en realidad proposiciones, es decir, no pueden ser ni verdaderas ni falsas. Cuando mucho podían expresar la actitud personal de un sujeto. La filosofía política y social, la ética y la estética, así como materias especializadas como la filosofía de la historia fueron marginales en la filosofía analítica por mucho tiempo. Para los años cincuenta, los ataques de Phillipa Foot a esta posición contribuyeron al colapso del positivismo lógico y comenzó un renovado interés en la ética. Foot promocionó mucho el estudio de la ética de virtudes, en oposición al utilitarismo y la deontología de corte kantiano que sobrevivían en la época. En términos de filosofía de la acción la monografía más importante quizá sea “Intención” de Elizabeth Anscombe, a la cual Donald Davidson denominó como “el tratamiento más importante de la acción desde Aristóteles”, y es normalmente considerada como una obra maestra de la psicología moral. En su artículo de 1958, “Filosofía moral moderna” introdujo el término “consecuencialismo” al léxico filosófico y declaró que el impasse de la pregunta “ser-deber ser” era un callejón sin salida y condujo a revivir la ética de virtudes.Filosofía de la religión
Como con el estudio de la ética, la filosofía analítica temprana tendió a evitar el estudio de la filosofía de la religión, en gran parte rechazando el tema como parte de la metafísica y algo sin sentido. También en la segunda mitad del siglo XX comenzó a haber un renovado interés en la filosofía de la religión, con destacados filósofos como William Alston, J. L. Mackie, Alvin Plantinga, Tim O’Connor, Antony Flew y Richard Swinburne. Plantinga, Mackie y Flew han debatido sobre la validez lógica de defensa del libre albedrío como solución del problema del mal.[31] Alston, en conexión con la filosofía del lenguaje, trabajó en la naturaleza del lenguaje religioso.Filosofía política
La filosofía política analítica contemporánea le debe mucho a John Rawls, quien en dos textos de los cincuenta: el artículo “Dos conceptos de reglas” y el libro Justicia como equidad, y luego en su clásico libro de 1971 Una teoría de la justicia, produjo una defensa sofisticada y refinadamente argumentada del liberalismo en política por la vía contractualista. Siguió de cerca de Rawls el libro de Robert Nozick Anarquía, Estado y Utopía, una defensa del liberalismo de libre mercado. A la par, Isaiah Berlin, igualmente, ha tenido una gran influencia tanto en la filosofía política analítica como en el liberalismo, principalmente a través de su conferencia que luego sería editada bajo el nombre Dos conceptos de libertad. En décadas recientes ha habido muchas críticas al liberalismo, incluyendo el feminismo de Catherine MacKinnon, el comunitarismo de Michael Sandel y de Alasdair MacIntyre, y el multiculturalismo de Charles Taylor. Aunque no se trata propiamente de un filósofo analítico, Jürgen Habermas es otra importante figura en la filosofía política contemporánea y ha recibido bastante atención por parte de la filosofía política analítica.Comunitarismo
Comunitaristas como Alasdair MacIntyre, Michael Sandel y Charles Taylor ponen en entredicho la presunción liberal de que el individuo puede verse como completamente autónomo de la comunidad en la que vive y crece. En cambio, ellos pugnan por una concepción del individuo que enfatiza el rol que juega la comunidad al forjar sus valores, pensamientos, cosmovisiones y opiniones.E. Pensamiento actual
- Al finalizar el presente capítulo, el lector estará en posibilidad de:
- Reconocer y diferenciar el existencialismo de la fenomenología y de la filosofía analítica.
- Explicar los alcances positivos y negativos del positivismo ubicando el doble papel de Wittgenstein.
- Descubrir y explicitar el papel de los filósofos nuevos, la pragmática universal y la hermenéutica trascendental
- Las posiciones de orientación fenomenológica, entre las que se cuentan: la fenomenología clásica, el existencialismo y la filosofía heremenéutica.
- Las posiciones de orientación positivista, entre las que encontramos el neopositivismo, el racionalismo crítico así como una pluralidad de posiciones lógico-empíricas y lingüísticas en el marco de la denominada filosofía analítica.
- Las posiciones de orientación marxista, en la cual entran múltiples formas de neomarxismo, como de marxismo-leninismo en algunos Estados de orientación marxista que van perdiendo piso a nivel general, debido a múltiples circunstancias. Nosotros abordaremos luego el papel cumplido por los filósofos nuevos.
- 10.1. ORIENTACIONES FENOMENOLÓGICAS Y EXISTENCIALISTAS Han aportado a la orientación fenomenológica principalmente dos ilustres austríacos. Franz Brentano (1838-1917) quien preparó las primeras orientaciones y Edmund Husserl (1859-1938) quien se convirtió en su fundador y propulsor. La fenomenología se difundió principalmente en Alemania, Francia y los países del Benelux, es decir, Bélgica, Holanda y Luxemburgo. Hacia el 1960, la fenomenología era la corriente filosófica más importante en esos estados europeos. Desde aquella fecha su importancia ha crecido constantemente; muchos conocimientos logrados dentro de esa concepción, representan un impulso permanente para la filosofía: por ejemplo, el problema hermenéutico o los grandes análisis de los existencialistas con una orientación fenomenológica. Entre los principales representantes, puede enumerarse a E. Husserl, A. Pfänder, M. Scheler, M. Geiger, N Hartmann, D. von Hildebrand, O. Becker, M. Heidegger, E. Stein, R. Ingarden, H.G. Gadamer, J.P. Sartre, E. Levinas, E. Fink, M. Merleau-Ponty, R. Ricoeur, H. Reiner, L. Landgrebe, entre otros. 10.1.1. EL MÉTODO FENOMENOLÓGICO Las "Investigaciones filosóficas" de E. Husserl de 1900-01 se cuentan entre los libros básicos e innovadores; con ella Husserl se convirtió en el fundador del método fenomenológico, uno de los más importantes. El término "fenomenología" procede del griego j a i n o m e n a que significa lo que se muestra o aparece. El programa del fenomenólogo es: ¡Hay que llegar a las cosas mismas! y analizar lo que aparece. Superando estériles discusiones sobre la teoría del conocimiento, de finales del siglo XIX, la filosofía ha de volverse a lo que aparece, a lo que se da sin ninguna duda y que es el fenómeno. La fenomenología es la ciencia de los fenómenos. En primer término, fenómeno es todo aquello que aparece en la experiencia. Puede tratarse de la experiencia externa, (casas, plantas, vehículos), y de la experiencia interna (deseos, temores, percepciones, deducciones) al percibir lo que ocurre "en nosotros". En ambos casos se "me da algo fenomenológico". Recordando el triángulo platónico, se podría tener una impresión de que Husserl tiene aquí ante los ojos únicamente la sensibilidad y que pretende entender la fenomenología como una ciencia empírica. Sin embargo no es un empirista (que considere sólo el conocimiento sensible). Más bien reprocha a los empiristas porque no toma con seriedad los fenómenos. Pues en el análisis del fenómeno se puede ver que bajo lo sensible subyace algo no sensible. La diferencia entre lo sensible y no sensible se nota en el ejemplo: veo dos vacas paciendo en un prado, y entonces llega una tercera vaca. ¿En qué sentido veo ahora que dos más una son tres? A todas luces es para mí un dato no sensible ni visible que "2 + 1 = 3" (un contenido matemático evidente). La pura ecuación "2 + 1 = 3" no depende en modo alguno del hecho de que las vacas estén paciendo. De hecho unas vacas paciendo son algo empírico, algo real e individual que puede cambiar la discreción, mientras que no es eso de ninguna manera "2 + 1 = 3". Eso no se percibe, sino que se intuye. Unos actos perceptivos en los que se me dan unas vacas paciendo hacen tal vez que yo vea y comprenda que 2 + 1 son 3. Este "2 + 1 = 3" se deja sí de ver en la percepción, pero no como algo perceptible. Husserl descubre el fenómeno de lo no sensible (de modo similar a Platón) ante todo en lo puramente formal de la lógica y de las matemáticas. Se advierte la ambivalencia de los fenómenos, en la filosofía fenomenológica:
- Por una parte está el estrato de lo empírico-real, visible en los actos perceptivos de nuestra sensibilidad. Ese estrato es básico (constituye la base de los fenómenos y "sostiene" el estrato segundo).
- Por otra parte está el estrato de las esencias y contenidos esenciales. Se designa también como el estrato de los contenidos ideales o como el estrato de lo eidético (del griego e i d o s: idea, esencia, modelo). Es accesible a los actos espirituales, a las noesis (del griego noesus: conocimiento no sensible) y se capta en la "visión esencial".
- La manera común (ser-con) de la propia preinteligencia en toda sociedad y que deriva de la común situación histórica de la misma. De ese modo "la distancia necesaria e insoslayable de los tiempos, culturas, clases y razas constituye un elemento suprasubjetivo, que presta tensión y vida a la comprensión", afirma Gadamer.
- Se trata de la historicidad individual de cada uno, que deriva del origen e historia vital del individuo.
- El empirismo. Todo conocimiento se reduce por completo a sensaciones sensibles. E. Laas afirma "no conoce más fundamentos que los hechos positivos, es decir, la percepción exterior e interna". Toda la realidad física y síquica está constituida exclusivamente por complejos de sensaciones sensibles. Hasta se pretendió explicar empíricamente la lógica formal.
- El materialismo. Rechazar todo cuanto no sea sensible-material. En consecuencia se exponen y resuelven de forma empírica y materialista los temas de la razón, el espíritu, Dios, etc.
- Cienticismo. Con pasión ilustrada se proclama una incondicional credibilidad científica. Ciencia es única y exclusivamente la ciencia empírica particular, y sobre todo la ciencia exacta de la naturaleza. La filosofía es simplemente una sierva de las ciencias y su tarea es formular unas síntesis con los resultados de las ciencias particulares.
- vivencias elementales empíricas (sensibles), y
- conexiones lógico-formales (en la línea de Wittgenstein I).
- no aparecen en ella palabras absurdas, o sea, palabras para las que no pueden darse unas características empíricas, y
- cuando la frase está formada con corrección sintáctica.
- empieza por establecer de manera acrílica un concepto de ciencia empírico y cientifista;
- a partir de ese concepto de ciencia establece un criterio de sentido;
- desenmascara como absurdo y sin sentido todo cuanto no responde a ese concepto de ciencia.
- Apunta contra todas las doctrinas y pretensiones de sentido no falsables, intentando desenmascararlas como absurdas o irracionales.
- Se dirige asimismo contra las doctrinas falsables en sí, que sobre la base de ciertas estrategias e intereses se han acorazado o inmunizado contra la crítica.
- Giro antropológico. Alentados por el existencialismo y horrorizados por los resultados del comunismo estatal de la Europa del Este, muchos neomarxistas volvieron a los escritos primeros de Marx, logrando una imagen del hombre mucho más rica que la del marxismo-leninismo ortodoxos. El hombre ocupa el centro de interés, como persona creadora y libre, autónoma y con su propia responsabilidad. El hombre, objeto de opresión y despojo por parte del capitalismo tardío, manipulado en el sistema tecnológico, debe desarrollar individual, existencial y libremente en todo dominio.
- Crítica. El giro antropológico critica lo existente y sostiene que la realidad es irracional e inhumana. No se trata de una crítica a los abusos individuales y de la necesidad de remediarlos; más bien se trata de la crítica a toda la organización social del capitalismo tardío. La meta es suprimir toda esa injusticia social. La crítica también se orienta contra el concepto de una ciencia neutral (filosofía analítica), ajena a los valores y que se limita a estudiar la realidad dada. Los neomarxistas reclaman (en el campo de las ciencias del espíritu, de la sociedad y economía) la ciencia crítica y comprometida, que en su exposición de la realidad comporta la crítica.
- Democratización. Los neomarxistas están persuadidos de que todas las desigualdades entre los hombres son injusticias que han surgido con la sociedad clasista. Tal vale para la desigualdad entre varón y mujer, profesores y alumnos, empresarios y obreros, así como en general para la desigualdad entre dominadores y dominados. En el fondo, la justicia social consiste simple y llanamente en el restablecimiento de la igualdad en todos los campos sociales. Los neomarxistas rechazan el Estado burocrático, ostentativo y centralizado, reclamando la máxima descentralización en todos los campos. Persiguen unas unidades pequeñas con el máximo posible de autonomía, que deben autoadministrarse democráticamente. Con la ampliación de la democracia del Estado debe crearse un sistema en el que todas las medidas y procedimientos se legitimen democráticamente. Así cesarán la explotación, la alienación y el dominio; pues los problemas de todos los campos han de resolverse mediante la democratización de los mismos.
- Crítica de la tecnología. Marx creía que el mal radical, origen y causa de la alienación del hombre por el hombre, era la propiedad privada de los medios de producción. El nuevo hombre bueno llegaría espontáneamente tan pronto como se eliminase ese mal radical. Los neomarxistas rechazan la propiedad privada de los medios de producción dando un sentido más amplio a ese mal radical. Critican las tecnologías gigantescas, mediante las cuales la economía y el Estado dominan y manipulan al hombre. La alienación del hombre por obra del capitalismo tardío funciona tecnocráticamente.
- Revolución. Muchos neomarxistas consideran necesaria una revolución. Se enfrenta así un gran problema: según Marx el supuesto para una revolución es una clase revolucionaria. Y en la sociedad capitalista esa clase no puede ser más que la clase trabajadora. Ahora bien, los neomarxistas han podido comprobar que en la clase trabajadora no alienta ningún sentimiento revolucionario. Objetivamente, piensan, existe un proletariado, pero subjetivamente ese proletariado no quiere saber nada de su situación proletaria. Así las cosas, una situación revolucionaria sin una clase revolucionaria es un absurdo para cualquier marxista. Muchos secuaces del neomarxismo se han resignado y han vuelto al punto de partida del "gran rechazo" (Marcuse). Otros, apoyados en una pequeña minoría intelectual y estudiantil, se consideran los abogados competentes y revolucionarios de los verdaderos intereses objetivos de las masas, que ni saben ni quieren saber nada de los mismos.
- Los nuevos filósofos. constituyen un grupo de jóvenes intelectuales estrechamente ligados a la revolución de París, llamada "el mayo de 1968". En tal época todos eran estudiantes marxistas, comunistas o maoístas, que participaron activamente en la famosa revuelta. Son ellos, Bernard-Henri Lévy, Jean-Marie Benoist, André Glucksmann, Maurice Clavel, Jean-Paul Dolleé, Christian Jambnet, Philippe Némo, Guy Lardreau, Françoise Lévy, entre otros.
- a) El hombre puede prescindir de sí mismo, de su subjetividad e interioridad personal-individual y enfocar su interés en lo que le viene objetivamente. Típico de esa posibilidad fundamental es el interés científico-técnico. Los existencialistas piensan que también la filosofía se ha realizado las más de las veces en el signo de esa reflexión objetiva.
- b) El hombre puede también entenderse a sí mismo como posibilidad. Y en esa reflexión subjetiva le interesa la mismidad siempre propia, el ser personal, individual y subjetivo, el yo, que se llama la existencia. Es la libertad radical de entenderse y proyectarse a sí mismo como posibilidad.
- a. conceptos empíricos (experiencias que constituyen las cosas) y
b. funciones lógicas, que enlazan los conceptos empíricos.
- a) El problema de la verdad: una afirmación es exactamente verdadera, cuando expresa un consenso logrado en un discurso sin dominaciones. b) El problema de la identidad: cuando la pragmática de los discursos ajenos a cualquier dominio alcanza a todos los campos de la sociedad, la sociedad moderna logrará su nueva identidad.
- c) El problema de legitimación: cómo pueden justificarse unas decisiones sociales (en política, economía, cultura, etc.) ante los interesados; sólo en el discurso ajeno al dominio, que conduce al consenso, se resuelve el problema de la legitimación.
- a. El análisis lingüístico de orientación lógica o formalista que se acerca a la filosofía analítica y se orienta a la física y las matemáticas modernas; se esfuerza por lograr un lenguaje lo más exacto posible (lenguaje ideal) "a fin de proteger el empleo del lenguaje científico contra las anfibologías y vaguedades de los lenguajes naturales". b. La crítica lingüística, "que incluso se esfuerza por una forma obligatoria de comunicación, cuando la exigencia de una exactitud en el sentido del modelo conductor de las ciencias exactas se demuestra inadecuada e irrealizable". Se trata aquí de un lenguaje distinto del lenguaje natural, por el cual expresa la filosofía las condiciones no empíricas de lo empírico. c. La crítica lingüística universal, que abraza y trasciende la crítica lingüística tanto lógica como especulativa. Heintel hace coincidir la crítica lingüística universal con la filosofía, al sostener: "En ella se toman las palabras en su acepción real: una crítica lingüística universal se convierte en una universal filosofía de sentido, en la que puede darse "sólo" unos giros verbales, pero en la que se investigan y valoran todos los razonamientos (l ogoi ) posibles y reales en su respectivo plan o de sentido. Este tipo de crítica lingüística incluye tanto la crítica lingüística lógica como la especulativa, y aspira a no dejar al margen de la consideración nada que se presente con la pretensión de un discurso filosófico; más bien relaciona todos esos discursos con su propio propósito y procura hacerlos útiles in maiorem perennis philoosophiae gloriam (para la gloria de la filosofía perenne)" (Die beiden Labyrinthe der Philosophie, 1968).
F. Filosofía latinoamericana
El término Filosofía latinoamericana hace referencia a un proyecto filosófico que propugna por una contextualización de la filosofía en el ámbito latinoamericano y no, como podría inferirse, al conjunto amplio de corrientes filosóficas practicadas en los distintos países de América Latina. Es el proyecto de una filosofía surgida desde América Latina y enfocada en la reflexión sistemática sobre sus problemas y situaciones propias. Conviene por ello realizar una distinción técnica entre Filosofía en Latinoamérica y Filosofía latinoamericana.
El proyecto de elaborar una filosofía propia, anclada en la idiosincrasia y en las realidades latinoamericanas, se desarrolló durante el siglo XX en tres vertientes diferentes: 1) la vertiente ontológica, también llamada "americanismo filosófico", que reflexiona sobre la identidad nacional o continental; 2) la vertiente historicista, que busca una comprensión filosófica de la historia de América Latina y la formulación de una historia de las ideas en el continente; 3) la vertiente liberacionista, más conocida como "filosofía de la liberación", que reflexiona sobre las condiciones para la emancipación política, económica y cultural de los pueblos latinoamericanos.
Partiendo entonces de México, el americanismo filosófico generó toda una serie de obras en todo el continente, cuya influencia se extendió durante casi cuatro décadas (1930-1970) y de las que pueden destacarse las siguientes: La seducción de la barbarie. Análisis herético de un continente mestizo (1953) y América profunda (1962) del argentino Rodolfo Kusch; América Bifronte. Ensayo de ontología y filosofía de la historia (1961) del también argentino Alberto Caturelli; Pueblo continente (1937) del peruano Antenor Orrego; El problema de América (1959) del venezolano Ernesto Maíz Vallenilla; El sentimiento de lo humano en América (1951) del chileno Félix Schwartzmann; La invención de América. Investigación acerca de la estructura histórica del nuevo mundo y del sentido de su devenir (1958) del mexicano Edmundo O'Gorman y La filosofía de lo mexicano (1960) de Abelardo Villegas. Todas estas obras generaron un sonado debate en todo el continente acerca de la existencia o no existencia de una filosofía originalmente latinoamericana, que se reflejó en textos como Filosofía argentina (1940) de Alejandro Korn; Sobre la filosofía en Iberoamérica (1940) de Francisco Romero; ¿Hay una filosofía iberoamericana? (1948) de Rizieri Frondizi; ¿Cuáles son los grandes temas de la filosofía latinoamericana? (1958) de Victoria Caturla de Bru; El problema de la filosofía hispánica (1961) de Eduardo Nicol; Filosofía española en América (1967) de José Luis Abellán y La filosofía Iberoamericana (1968) de Francisco Larroyo.
La obra pionera de Leopoldo Zea tuvo repercusiones continentales y contó con importantes continuadores, entre quienes habría que destacar cuatro figuras principales: el uruguayo Arturo Ardao, el peruano Francisco Miró Quesada Cantuarias y los argentinos Arturo Andrés Roig y Horacio Cerutti Guldberg. El aporte de estas figuras radica sobre todo en su reflexión metodológica sobre el problema de la historia de las ideas. De Ardao se recuerda principalmente su seminal ensayo Historia y evolución de las ideas filosóficas en América Latina (1979), y de Miró Quesada sus dos excelentes libros Despertar y proyecto del filosofar latinoamericano (1974) y Proyecto y realización del filosofar latinoamericano (1981). Arturo Andrés Roig ha desarrollado una extraordinaria obra de reflexión sobre la historia de las ideas en sus libros Teoría y crítica del pensamiento latinoamericano (1981) y Rostro y filosofía en América Latina (1994). Por su parte, Horacio Cerutti, conocido ya por sus críticas en la década del setenta al proyecto de la filosofía de la liberación, ha publicado importantes reflexiones sobre historia de las ideas: Hacia una metodología de la historia de las ideas (filosóficas) en América Latina (1986) y Filosofar desde nuestra América (2000).
El legado de la historia latinoamericana de las ideas se ha dejado sentir en varios países: en Uruguay Yamandú Acosta; en Argentina Hugo Biagini, Adriana Arpini, Clara Alicia Jalif de Bertanou y Dina Picotti; en Brasil Joao Cruz Costa; en Perú David Sobrevilla; en Venezuela Carmen Bohórquez y Javier Sasso; en Cuba se destaca la labor de Pablo Guadarrama en la Universidad de Santa Clara; en Colombia fue importante la creación en 1977 del Grupo de Bogotá por parte de algunos profesores de la Universidad de Santo Tomás; en México sobresale la labor de Mario Magallón en el Centro de Estudios Latinoamericanos de la UNAM; en España la exhaustiva obra de José Luis Abellán, y en los Estados Unidos la de Jorge Gracia, Ofelia Schutte y José Luis Gómez Martínez.
Puede decirse que los acontecimientos fundacionales de la filosofía de la liberación son el II Congreso Nacional de filosofía realizado en la ciudad de Córdoba (1972) y la publicación, en el mismo año, del libro Hacia una filosofía de la liberación latinoamericana. Allí aparecen las figuras iniciales del movimiento: Enrique Dussel, Mario Casalla, Carlos Cullen, Horacio Cerutti, Julio de Zan, Daniel Guillot, Juan Carlos Scannone y Oswaldo Ardiles. Filósofos todos de distintas provenencias y orientaciones, pero que coincidían en la necesidad de una filosofía comprometida con los procesos de emancipación política, social y cultural de América Latina.
La persecución desatada por la feroz dictadura militar en Argentina obligó a un éxodo masivo de los filósofos de la liberación hacia mediados de la década del setenta. En México se estableció el que llegaría a convertirse en la gran figura del movimiento y con quien están asociados sus principales desarrollos teóricos: Enrique Dussel. Allí escribe su libro programático Filosofía de la Liberación (1973) y desde allí inicia la continentalización del movimiento. En México se firma en 1975 la célebre "Declaración de Morelia" en la que convergen filósofos pertenecientes a las tres vertientes consideradas en este artículo: Abelardo Villegas, Leopoldo Zea, Francisco Miró Quesada, Arturo Andrés Roig y Enrique Dussel. La incansable y prolífica obra de Dussel - de alcance sólo comparable a la de Leopoldo Zea - hace de la filosofía de la liberación un movimiento conocido en todo el mundo. Se recuerdan los diálogos emprendidos en la década del noventa con filósofos de la talla de Karl-Otto Apel, Richard Rorty, Paul Ricoeur y Gianni Vattimo. Entre las numerosas obras de Dussel habría que destacar: Filosofía ética latinoamericana (1973), Método para una filosofía de la liberación (1974), Introducción a la filosofía de la liberación (1977), 1492: el encubrimiento del otro. Hacia el origen del mito de la modernidad (1992), Ética de la liberación en la edad de la globalización y la exclusión (1998) y Política de la liberación (2008).
La filosofía de la liberación ha encontrado eco en varios países. En Brasil hay que destacar la obra de Hugo Assman, Roberto Gomes y Sirio López Velasco; en Colombia la de Jaime Rubio Angulo y Germán Marquínez Argote; en Costa Rica ha sido muy importante la contribución de Franz Hinkelammert, original pensador alemán conocido por sus libros Crítica de la razón utópica (1984), La fe de Abraham y el Edipo occidental (1990) y El grito del sujeto (1998); en Bolivia se destacan los aportes de Juan José Bautista, discípulo de Dussel y Hinkelammert. Una recepción importante ha encontrado la filosofía de la liberación en Europa (Hans Schelkshorn) y Estados Unidos (Eduardo Mendieta y Linda Martin Alcoff), así como en el Grupo modernidad/colonialidad, del cual Dussel forma parte.
Fornet-Betancourt propone un "giro intercultural" de la filosofía de la liberación que la convierta en un puntal para el diálogo con distintas tradiciones filosóficas de la humanidad. La obra de Echeverría podría ser ubicada como una prolongación crítica de la vertiente ontológica en clave de filosofía de la cultura, sobre todo en aquellos textos donde realiza una caracterización del "ethos barroco" de América Latina como alternativa a la racionalidad capitalista de la modernidad europea. Por su parte, Castro-Gómez se inscribe como heredero de la vertiente historicista, pero repensándola desde la genealogía de Michel Foucault y desde los estudios poscoloniales latinoamericanos. De Fornet-Betancourt destaca el libro Crítica intercultural de la filosofía latinoamericana actual (2004), de Echeverría La modernidad de lo barroco (1998) y de Castro-Gómez sus libros Crítica de la razón latinoamericana (1996) y La hybris del punto cero (2005)
G. Filosofia de la posmodernidad
La historia de la filosofía es una muestra del pensamiento europeo que desde su origen con los griegos; Heráclito, Platón y Aristóteles, no han dejado de pensarse en los temas más elocuentes que constituyen la clave de la filosofía Occidental, como la metafísica, la ontología, la ética y la política. Si bien, los griegos fueron parte fundamental del conocimiento filosófico a través del paso mito-logos, es ahí cuando nace las inquietudes sin duda de trascender las barreas de las cosas concretas.
Así, Nietzsche deslumbra un presente del que la Posmodernidad toma una especial resonancia, precisamente por los acontecimientos que vive el hombre lo hacen percibir el mundo de manera diferente y configurarlo de acuerdo a su acontecer. “Con Nietzsche la Modernidad renuncia al carácter emancipatorio que la había acompañado; la razón es confrontada con algo totalmente diferente a ella. En su lugar se afirma la experiencia antigua de una subjetividad libre de barreras de conocimiento, finalidades, de todo imperativo, de la utilidad y de la moral.”[3]
Historia
Rodolfo kusch
La vertiente ontológica
El nacimiento de la primera vertiente, también llamada “americanismo filosófico”, puede rastrearse hasta las primeras décadas del siglo XX en México, como fruto del ambiente nacionalista que había generado la revolución mexicana. La revolución de 1910, con su carácter nacionalista, antiimperialista y antioligárquico, promovió en México una reflexión sobre el “ser” del hombre mexicano y latinoamericano, que se tradujo en una serie de ensayos literarios con pretensiones filosóficas, como por ejemplo La raza cósmica. Misión de la raza Iberoamericana (1925) e Indología: una interpretación de la cultura iberoamericana (1926), ambos escritos por José Vasconcelos Calderón. Pero es en el libro de Samuel Ramos El perfil del hombre y la cultura en México (1934) donde puede apreciarse una primera configuración del proyecto de una filosofía sobre lo mexicano. También es importante la creación del Grupo Hiperión, conformado por filósofos como Emilio Uranga, Jorge Portilla, Luis Villoro y Joaquín Sánchez McGregor. De este grupo se destaca la obra de Uranga Análisis del ser mexicano (1952).Partiendo entonces de México, el americanismo filosófico generó toda una serie de obras en todo el continente, cuya influencia se extendió durante casi cuatro décadas (1930-1970) y de las que pueden destacarse las siguientes: La seducción de la barbarie. Análisis herético de un continente mestizo (1953) y América profunda (1962) del argentino Rodolfo Kusch; América Bifronte. Ensayo de ontología y filosofía de la historia (1961) del también argentino Alberto Caturelli; Pueblo continente (1937) del peruano Antenor Orrego; El problema de América (1959) del venezolano Ernesto Maíz Vallenilla; El sentimiento de lo humano en América (1951) del chileno Félix Schwartzmann; La invención de América. Investigación acerca de la estructura histórica del nuevo mundo y del sentido de su devenir (1958) del mexicano Edmundo O'Gorman y La filosofía de lo mexicano (1960) de Abelardo Villegas. Todas estas obras generaron un sonado debate en todo el continente acerca de la existencia o no existencia de una filosofía originalmente latinoamericana, que se reflejó en textos como Filosofía argentina (1940) de Alejandro Korn; Sobre la filosofía en Iberoamérica (1940) de Francisco Romero; ¿Hay una filosofía iberoamericana? (1948) de Rizieri Frondizi; ¿Cuáles son los grandes temas de la filosofía latinoamericana? (1958) de Victoria Caturla de Bru; El problema de la filosofía hispánica (1961) de Eduardo Nicol; Filosofía española en América (1967) de José Luis Abellán y La filosofía Iberoamericana (1968) de Francisco Larroyo.
La vertiente historicista
Esta segunda ramificación se origina también en México y es impulsada inicialmente por la influencia del filósofo español José Ortega y Gasset a través de su discípulo José Gaos, quien llega a México a finales de los años treinta como refugiado a causa de la guerra civil española. Adoptando las tesis historicistas de su maestro, Gaos delinea el proyecto de reconstruir la historia de las ideas como base para elaborar una Filosofía en lengua española, título de su importante libro publicado en 1945. Pero no hay duda de que la gran figura del historicismo latinoamericano es Leopoldo Zea, discípulo directo de Gaos, quien propone y desarrolla una reflexión sistemática sobre la historia de las ideas en el continente como presupuesto indispensable para la generación de un filosofar propio. Desde su tesis El positivismo en México (1943), pasando por América en la historia (1957), El pensamiento latinoamericano (1965) y Dialéctica de la conciencia americana (1976), hasta su original Filosofía de la historia americana (1978), Zea recorre un camino que le convierte en el gran impulsor del proyecto de la filosofía latinoameriana.La obra pionera de Leopoldo Zea tuvo repercusiones continentales y contó con importantes continuadores, entre quienes habría que destacar cuatro figuras principales: el uruguayo Arturo Ardao, el peruano Francisco Miró Quesada Cantuarias y los argentinos Arturo Andrés Roig y Horacio Cerutti Guldberg. El aporte de estas figuras radica sobre todo en su reflexión metodológica sobre el problema de la historia de las ideas. De Ardao se recuerda principalmente su seminal ensayo Historia y evolución de las ideas filosóficas en América Latina (1979), y de Miró Quesada sus dos excelentes libros Despertar y proyecto del filosofar latinoamericano (1974) y Proyecto y realización del filosofar latinoamericano (1981). Arturo Andrés Roig ha desarrollado una extraordinaria obra de reflexión sobre la historia de las ideas en sus libros Teoría y crítica del pensamiento latinoamericano (1981) y Rostro y filosofía en América Latina (1994). Por su parte, Horacio Cerutti, conocido ya por sus críticas en la década del setenta al proyecto de la filosofía de la liberación, ha publicado importantes reflexiones sobre historia de las ideas: Hacia una metodología de la historia de las ideas (filosóficas) en América Latina (1986) y Filosofar desde nuestra América (2000).
El legado de la historia latinoamericana de las ideas se ha dejado sentir en varios países: en Uruguay Yamandú Acosta; en Argentina Hugo Biagini, Adriana Arpini, Clara Alicia Jalif de Bertanou y Dina Picotti; en Brasil Joao Cruz Costa; en Perú David Sobrevilla; en Venezuela Carmen Bohórquez y Javier Sasso; en Cuba se destaca la labor de Pablo Guadarrama en la Universidad de Santa Clara; en Colombia fue importante la creación en 1977 del Grupo de Bogotá por parte de algunos profesores de la Universidad de Santo Tomás; en México sobresale la labor de Mario Magallón en el Centro de Estudios Latinoamericanos de la UNAM; en España la exhaustiva obra de José Luis Abellán, y en los Estados Unidos la de Jorge Gracia, Ofelia Schutte y José Luis Gómez Martínez.
La vertiente liberacionista
Mientras que las dos vertientes anteriores nacen al extremo norte del continente, en México, la filosofía de la liberación nace en el extremo sur, en Argentina. Fue allí donde hacia comienzos de la década del setenta empezó a surgir un movimiento filosófico que recogía las preocupaciones articuladas por otros sectores de la intelectualidad latinoamericana como la sociología de la dependencia y la teología de la liberación. Antecedente importante fue la publicación en 1968 del libro ¿Existe una filosofía de nuestra América? del peruano Augusto Salazar Bondy, en el que se plantea que la autenticidad de la filosofía latinoamericana vendrá como autoconciencia de la situación de alienación y dependencia en la que se halla sumido el continente.Puede decirse que los acontecimientos fundacionales de la filosofía de la liberación son el II Congreso Nacional de filosofía realizado en la ciudad de Córdoba (1972) y la publicación, en el mismo año, del libro Hacia una filosofía de la liberación latinoamericana. Allí aparecen las figuras iniciales del movimiento: Enrique Dussel, Mario Casalla, Carlos Cullen, Horacio Cerutti, Julio de Zan, Daniel Guillot, Juan Carlos Scannone y Oswaldo Ardiles. Filósofos todos de distintas provenencias y orientaciones, pero que coincidían en la necesidad de una filosofía comprometida con los procesos de emancipación política, social y cultural de América Latina.
La persecución desatada por la feroz dictadura militar en Argentina obligó a un éxodo masivo de los filósofos de la liberación hacia mediados de la década del setenta. En México se estableció el que llegaría a convertirse en la gran figura del movimiento y con quien están asociados sus principales desarrollos teóricos: Enrique Dussel. Allí escribe su libro programático Filosofía de la Liberación (1973) y desde allí inicia la continentalización del movimiento. En México se firma en 1975 la célebre "Declaración de Morelia" en la que convergen filósofos pertenecientes a las tres vertientes consideradas en este artículo: Abelardo Villegas, Leopoldo Zea, Francisco Miró Quesada, Arturo Andrés Roig y Enrique Dussel. La incansable y prolífica obra de Dussel - de alcance sólo comparable a la de Leopoldo Zea - hace de la filosofía de la liberación un movimiento conocido en todo el mundo. Se recuerdan los diálogos emprendidos en la década del noventa con filósofos de la talla de Karl-Otto Apel, Richard Rorty, Paul Ricoeur y Gianni Vattimo. Entre las numerosas obras de Dussel habría que destacar: Filosofía ética latinoamericana (1973), Método para una filosofía de la liberación (1974), Introducción a la filosofía de la liberación (1977), 1492: el encubrimiento del otro. Hacia el origen del mito de la modernidad (1992), Ética de la liberación en la edad de la globalización y la exclusión (1998) y Política de la liberación (2008).
La filosofía de la liberación ha encontrado eco en varios países. En Brasil hay que destacar la obra de Hugo Assman, Roberto Gomes y Sirio López Velasco; en Colombia la de Jaime Rubio Angulo y Germán Marquínez Argote; en Costa Rica ha sido muy importante la contribución de Franz Hinkelammert, original pensador alemán conocido por sus libros Crítica de la razón utópica (1984), La fe de Abraham y el Edipo occidental (1990) y El grito del sujeto (1998); en Bolivia se destacan los aportes de Juan José Bautista, discípulo de Dussel y Hinkelammert. Una recepción importante ha encontrado la filosofía de la liberación en Europa (Hans Schelkshorn) y Estados Unidos (Eduardo Mendieta y Linda Martin Alcoff), así como en el Grupo modernidad/colonialidad, del cual Dussel forma parte.
Tendencias actuales
El legado de la filosofía latinoamericana, en las tres vertientes mencionadas, ha sido transformado sustancialmente hacia comienzos del siglo XXI por obra de tres figuras principales: el cubano Raúl Fornet-Betancourt (Raúl Betancourt), el ecuatoriano Bolívar Echeverría y el colombiano Santiago Castro-Gómez.Fornet-Betancourt propone un "giro intercultural" de la filosofía de la liberación que la convierta en un puntal para el diálogo con distintas tradiciones filosóficas de la humanidad. La obra de Echeverría podría ser ubicada como una prolongación crítica de la vertiente ontológica en clave de filosofía de la cultura, sobre todo en aquellos textos donde realiza una caracterización del "ethos barroco" de América Latina como alternativa a la racionalidad capitalista de la modernidad europea. Por su parte, Castro-Gómez se inscribe como heredero de la vertiente historicista, pero repensándola desde la genealogía de Michel Foucault y desde los estudios poscoloniales latinoamericanos. De Fornet-Betancourt destaca el libro Crítica intercultural de la filosofía latinoamericana actual (2004), de Echeverría La modernidad de lo barroco (1998) y de Castro-Gómez sus libros Crítica de la razón latinoamericana (1996) y La hybris del punto cero (2005)
G. Filosofia de la posmodernidad
Jacques Derrida: “Un Aporte a la Posmodernidad: Los Conceptos de Deconstrucción y Différence”:
La historia de la filosofía es una muestra del pensamiento europeo que desde su origen con los griegos; Heráclito, Platón y Aristóteles, no han dejado de pensarse en los temas más elocuentes que constituyen la clave de la filosofía Occidental, como la metafísica, la ontología, la ética y la política. Si bien, los griegos fueron parte fundamental del conocimiento filosófico a través del paso mito-logos, es ahí cuando nace las inquietudes sin duda de trascender las barreas de las cosas concretas.
Estos temas fueron fundamentales para la Modernidad en su hacer en el mundo y en la vida concreta de los individuos, ya que ésta época fue vista como una ontología de la presencia, esto significa, ver al mundo esencialmente como una representación donde la ciencia se transforma en la medida de lo posible en un método para transformar la realidad y el mundo. Por eso, Heidegger resaltar la inexactitud de las ciencias históricas pues “...las ciencias históricas del espíritu no es ningún defecto, sino únicamente un modo de satisfacer una exigencia para el tipo de investigación”
Por ello, la Posmodernidad se presenta como un pensamiento que desestabiliza las ideas modernas y sus vínculos con la realidad, no de forma negativa sino renovadora de ideas para las condiciones nuestro presente, así también “(…) hace problemática la creencia en el progreso, la periodización moderna de la historia y el individuo como conocedor y hacedor autosuficiente” Gran parte de estas ideas son entrevistas desde la temprana Posmodernidad con Nietzsche y Heidegger, ellos son vistos como los grandes precursores de este pensamiento estabilizador y crítico de la Modernidad.
En el caso de Nietzsche su crítica es hacia los valores que se han sembrado en la cultura occidental, como la consagración de hombre bueno que se ha dado en la religión católica. Además, con su súper-hombre se aproxima a una vida lúdica y llena de deseos para el hacer del hombre como un animal excepcionalmente peligroso.
Así, Nietzsche deslumbra un presente del que la Posmodernidad toma una especial resonancia, precisamente por los acontecimientos que vive el hombre lo hacen percibir el mundo de manera diferente y configurarlo de acuerdo a su acontecer. “Con Nietzsche la Modernidad renuncia al carácter emancipatorio que la había acompañado; la razón es confrontada con algo totalmente diferente a ella. En su lugar se afirma la experiencia antigua de una subjetividad libre de barreras de conocimiento, finalidades, de todo imperativo, de la utilidad y de la moral.”[3]
Finalmente, Heidegger por su parte se desencanta de la metafísica occidental en términos de ontología de la presencia la cual ha pisoteado al ser, y sólo se ha fijado en el ente como algo material. Cabe señala que en Heidegger, “encontramos una distinción entre Verwindung y Uberwindung, distingue superación o rebasamiento de abandono de un pasado incapaz de promovernos de mayor información para nuestro presente, esto nos ayuda a comprender la característica de la posmodernidad frente a la modernidad.”[4] Con esto, Heidegger se posiciona ante el pensamiento posmoderno como una capacidad de diagnosticar la mundanidad del mundo y su perspicacia con el ser.
Muy Bueno y sucinto.
ResponderEliminar